Hoy LaVuelta ha salvado otro día en su afán por llegar a término en una España con la sombra de un nuevo confinamiento agrandándose. Y lo ha hecho atravesando nuestra #CantabriaInfinita desde su punto más oriental hasta Suances, dejándose ver por uno de los centros neurálgicos de la novela, Santillana del Mar.
En esta villa medieval, cuyo encanto se multiplica en ausencia de la masificación turística de la época estival, conoce Laro a uno de sus guías futuros, Juan Molledo, "hijo adoptivo" de un pueblo en el que sigue ayudando en todo lo que puede a su deporte, a su ciclismo.
Los ciclistas de LaVuelta han volado por una carretera que seguramente fue muy transitada por Laro con el sueño de llegar a ser parte de ese pelotón que tanto color le da a la vida. Y en ese tránsito también han pasado junto al Hotel Cueli, del que salen muchas de las anécdotas de la novela y por el que tantos ciclistas y tan buenos han pasado.
La única pena ha sido no quitar el volumen de la retransmisión, porque hay "comentaristas" que tenían un don para dar pedales pero, al parecer, era su única virtud. Alguien que pasó tanto tiempo por Cantabria, le guste o no le guste, nunca puede decir "sobado", por muy fino que sea, pero tampoco puede inventarse historias sobre cómo se hizo su antiguo hotel de concentración. Entre gazapos y trolas, se le olvidó decir que su equipo en sub-23 era el Würth-ONCE (antes Iberdrola), y que sin esa familia a la que tanto le cuesta nombrar, seguramente sería un "don nadie", y eso con la soberbia y egocentrismo que supura le haría la vida mucho más difícil. Por cierto, su director de aquella época es de Santillana del Mar, donde también pasó algún que otro momento que su amnesia le ha quitado de la cabeza.
Este último párrafo no está escrito desde el rencor, simplemente desde la defensa al trabajo en el barro, que además de poco valorado, "comentaristas" como el altísimo, el que siempre pone el yo y después el yo, hace que esté muy malagradecido, y eso es aún peor.
#delamontañaalagloria
#MVP
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